Ciencia para impacientes

lunes, enero 15, 2007

La Ciencia (también) puede cambiar el Mundo


[Adaptado de J. García Martínez, Una aproximación al desarrollo sostenible desde las nuevas tecnologías, en Nuevas tecnologías para un desarrollo sostenible (Ed. J. García Martínez) Publicaciones Universidad de Alicante (2007)
]

En 1900 la esperanza de vida media en España apenas rondaba los 35 años, una edad que no parece muy tentadora para los que hoy esperamos jubilarnos a las 65. Nadie podría sospechar entonces que la esperanza de vida de los que estrenamos el nuevo milenio se acerca a los 80 años. Nunca en el pasado se había producido un incremento en la esperanza de vida similar. Vacunas, antibióticos y mejores prácticas médicas han permitido que enfermedades que el pasado causaron la muerte de millones de personas hayan sido totalmente eliminadas de la faz de la tierra.

A pesar de estos grandes logros, en la actualidad millones de personas viven en países cuya esperanza de vida no llega a los 40 años. Si bien la ciencia y la tecnología actuales no tienen una solución mágica que acabe con todos sus problemas, si es cierto que con la tecnología actual, sólo nuestra falta de voluntad nos impide potabilizar agua para millones de personas, o mejorar sus condiciones sanitarias, o la calidad de los suelos que cultivan. No es, por lo tanto, cuestión de esperar a que la ciencia produzca tecnología que pueda acabar con las penurias del Tercer Mundo, como en muchas ocasiones se da a entender, sino de aunar voluntades y ponernos a trabajar con lo que tenemos. De no hacerlo ahora, en el futuro será más difícil, incluso con mejor tecnología

En el informe final de la conferencia de Méjico 2002, Ciencia y tecnología para un desarrollo sostenible, se propone un “nuevo contrato” entre ciencia, tecnología y desarrollo que permita encontrar intereses comunes, identificar nuevas formas de financiación y el establecimiento de un dialogo entre científicos y responsables sociales y políticos que promueva una investigación encaminada a promover un desarrollo global, sostenible y que refleje los intereses y preocupaciones reales de la sociedad. Un contrato que debe reducir el control que poseen las grandes entidades que financian la investigación científica sobre la agenda de los científicos.

En la actualidad los recursos de investigación destinados a desarrollo sostenible son limitados y con objetivos discutibles. De hecho, si uno examina con atención la descripción de los proyectos financiados en las convocatorias públicas para promover el desarrollo sostenible, observa que en buena parte están destinados a tecnologías punteras sobretodo para en el campo energético y en procesos medioambientales. Hay poca investigación en tecnologías que puedan ser transferidas a regiones con fuertes carencias y con gran potencial de desarrollo. En general hay más preocupación por el impacto en la comunidad científica, que por la posibilidad real de solucionar problemas urgentes. Es curioso como algunos políticos y científicos de los países más desarrollados entienden el concepto de sostenibilidad.

En los últimos años se ha producido un incremento en las partidas de fondos para investigación bajo el epígrafe, con el apellido, o al menos con la excusa del desarrollo sostenible. Sin embargo, estos son insuficientes y no reflejan la magnitud del problema que se pretende solucionar. En demasiadas ocasiones, la investigación que se financia dentro de estos programas continúa siendo investigación puntera, que no atiende a la necesidad de ser transferible a regiones con carencias económicas, tecnológicas y en infraestructuras. Aspectos tan importantes como aplicabilidad, robustez, o de producción a gran escala son, en muchos casos, ignorados. También se echa de menos criterios más sólidos en la selección del tema de investigación, atendiendo a criterios como urgencia, capacidad de promover el desarrollo, posibles beneficios sociales y medioambientales, incidencia en los ciclo pobreza-enfermedad, pobreza-seguridad o pobreza-degradación medioambiental. Es necesario el diálogo entre científicos, políticos y expertos en desarrollo para evitar que los escasos recursos destinados a I+D en desarrollo sostenible se dediquen a financiar investigaciones que realmente puedan contribuir a la mejora de la calidad de vida del planeta.

Hacen falta nuevos científicos comprometidos con la salud del planeta y de sus ciudadanos. Es necesario que haya científicos para el desarrollo en los países industrializados, donde se dispone de los medios, infraestructuras y conocimientos. Pero es aún más importante que los países receptores de la transferencia tecnológica dispongan de científicos preparados, conocedores de los problemas que afectan a sus comunidades y de las tecnologías disponibles. Jóvenes científicos que puedan asegurar que una vez completada la transferencia tecnológica, ésta seguirá funcionando y produciendo aquellos beneficios para los que ha sido diseñada. En el futuro, serán estos jóvenes científicos los responsables de desarrollar su propia tecnología, específica para sus necesidades, adaptadas a su realidad y su cultura.

Desgraciadamente, las prioridades de los científicos en los países que encabezan la investigación científica están muy lejos de corresponder con las necesidades que preocupan a la mayoría del planeta. Los intereses que mueven a los científicos en su labor investigadora son muy variados. La creciente competencia y el encarecimiento de los costes de la investigación mueven a los científicos a trabajar en temas punteros que asegure la publicación de sus resultados en revistas prestigiosas. Y aunque gran parte de la investigación actual se justifica en base a sus posibles beneficios para la sociedad, la selección estos beneficios no se realiza atendiendo a las necesidades de los más desfavorecidos, sino en función de conseguir un mayor impacto en la comunidad científica y la financiación adecuada para seguir publicando.

Nunca como ahora hemos tenido los medios financieros, técnicos y organizativos capaces de mejorar significativamente la calidad de vida de aquellos condenamos a la pobreza y un medioambiente degradado. Con nuestro trabajo, los científicos podemos contribuir a lograr un objetivo digno de un milenio.


Javier García Martínez


Categoría: Ciencia

4 comentarios:

dann dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Aunque no es el término recomendado, sí que está aceptado por la RAE.
Puedes consultar el Diccionario Panhispánico de Dudas

Inversiones en oro dijo...

Me gusta mucho leer este tipo de post porque son muy educativos y ademas hablan de mucha historia.

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