Tal vez sorprenda la decisión de incluir la historia en este weblog de "Ciencia para impacientes". Hay para ello al menos una razón histórica: el presente proyecto lo ha puesto en marcha la AITRi, Asociación de Investigadores y Tecnólogos de La Rioja, que nació para agrupar a los becarios de investigación riojanos con independencia de la disciplina académica a la que se dedicaran, incluidos los de "letras", como quien esto escribe.
Por mi parte, parte interesada, lo confieso, por cuanto soy historiador de oficio y vocación, añadiré también una razón epistemológica. Y vaya por delante que no considero el criterio que expondré incontrovertible, aunque sí razonable, y que si lo lanzo al ciberespacio es con la esperanza de que sea sometido a crítica, en particular desde el lado de las "ciencias" (entendiendo por éstas, en adelante, las ciencias naturales o experimentales), algo de lo que sólo pueden resultar beneficios mutuos.
Me propongo demostras que tanto las "ciencias" como la historia comparten unas mismas premisas metodológicas y que éstas les conducen a resultados igualmente ciertos, aunque reconociendo que ambas se diferencian en cuanto a los métodos y en cuento al tipo de conocimiento que proporcionan.
Las "ciencias" no describen con exactitud la realidad, no ofrecen un mapa completo de las-cosas-tal-y-como-son, sino que describen algunos aspectos, empíricamente perceptibles, de la realidad. Hay una parte de la realidad que resulta incognoscible, y otra que todavía nos es desconocida, pero no por ello los modelos y leyes científicas, incompletos en cuanto imagen del Todo, dejan de ser útiles para permitirnos conocer cómo suceden las cosas que sí podemos verificar. Por otra parte, para ser aceptada una teoría científica debe poder confrontarse con los hechos empíricos, quedando validada, de modo provisional, si se adapta a ellos, o invalidada en caso contrario, aunque más frecuentemente, dado lo difícil que es establecer teorías generales, acaba siendo parcheada con limitaciones y excepciones para dar cuenta de los comportamientos anómalos que la contradicen.
La historia comparte con las "ciencias" los dos rasgos mecionados. Para defender este principio seguiré a continuación el razonamiento elaborado por E. P. Thompson en Miseria de la teoría (The Poverty of Theory or an Orrery of Errors, 1978), en parte polemizando con las críticas de Karl Popper (The Poverty of Historicism, 1961), aunque la obra constituyera primordialmente una réplica a la teoría marxista desarrollada por Louis Althusser (Pour Marx, 1965, y Lire le Capital, 1968).
El pasado tiene al menos la misma cualidad empírica que el presente. Pasan cosas, han pasado cosas, y eso es un dato incontestable. Debido a la naturaleza de las fuentes, el historiador no recibe todos los datos de todo lo que sucedió en el pasado; pero sí una parte. Estos datos ofrecen un límite a las teorías, las explicaciones, que pueden proponerse sobre el pasado, y al mismo tiempo constituyen el elemento que posibilita llevar a cabo la verificación o la invalidación de dichas teorías, que también pueden ser sometidas, como las de las "ciencias", a "falsación", a contraste con los hechos empíricos. Del mismo modo, al igual que las "ciencias", la historia tampoco proporciona una imagen de las cosas-tal-como-fueron, sino una aproximación provisional a ellas.
Sí que hay que reconocer, no obstante, y Thompson así lo hizo, que el tipo de conocimiento que proporciona la historia se diferencia del suministrado por las "ciencias" en que el histórico tiene un carácter flexible y no conduce al establecimiento de leyes que faculten a los historiadores a hacer predicciones fiables (esto es, a profetizar el futuro). Puede considerarse en este sentido que el histórico es un conocimiento más débil que el de las "ciencias", aunque no por ello improcedente o inservible. Los conceptos históricos, tales como "explotación", "lucha de clases" o "crisis de subsistencias", no son tanto "modelos" y "reglas" como "expectativas" que ayudan a ordenar e interpretar los datos y describen pautas probables, siempres sujetas a variación y contingencia. Tienen por tanto carácter orientativo, no normativo. Del mismo modo, las causas históricas son necesarias, pero no suficientes, y la labor del historiador es mostrar porqué acontecieron las cosas de una manera y no de otra, y nunca pretender demostrar que tal desarrollo era inevitable.
Las expectativas que genera el conocimiento histórico en combinación con el conocimiento del presente deben su carácter falible a la gran cantidad de factores interrelacionados, imprevisible y, en última instancia, incognoscible, implicados en los procesos históricos. El devenir de la historia presenta contingencias mucho mayores, no ya que la verificación de un fenómeno físico o químico en ausencia de las condiciones controladas del laboratorio, sino también que la materia de conocimiento de otras disciplinas, como la medicina o la biología, también comprometidas en sus predicciones por el comportamiento de seres vivos, siempre perturbador.
En tanto conocimiento sujeto a modificicación y aproximado, provisional e incompleto, pero dependiente de hechos realmente acaecidos, y que ofrece descripciones relevantes, y sometidas a controles de verificación, de los acontecimientos del pasado y de los procesos implicados en su desarrollo, creo que la historia tiene todo el derecho a figurar en este weblog con un espacio propio. Y que al compartir con las "ciencias" (de la naturaleza o experimentales) un mismo lugar para la divulgación de resultados y la reflexión metodológica contribuirá a acercarnos a una comprensión más ajustada del mundo en el que vivimos, tanto a quienes hacemos el weblog como a quienes se animen a curiosear en él.
Categoría: Historia
1 comentarios:
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