Ciencia para impacientes

jueves, marzo 15, 2007

El padre de King Kong

Tanto parecido con King Kong no puede ser una casualidad, pensé cuando encontré en el archivo la imagen que acompaña estas palabras. El dibujo evocaba, con variantes, aunque de manera inequívoca, la escena del gorila gigante sujetando en su puño a la desvalida protagonista ¡10 años antes de que la película se rodara en Hollywood! Y además en un periódico libertario español, Cultura y Acción, publicado en Zaragoza en 1923.

¿Profecía, plagio o azar? ¿Existía alguna conexión entre ambas escenas, a través del tiempo y del espacio? ¿Cuál podía ser?



En efecto, los dos gorilas gigantes, King Kong y su hermano español, estaban relacionados entre sí: ambos se inspiraban en una tercera fuente, común a ambos, que había que buscar aún más atrás en el tiempo. Gracias a un documental sobre el rodaje del primer King Kong, el de 1933, un hito en la técnica de los efectos especiales cinematográficos, descubrí que los dos directores, entre los que se contaba el principal responsable del guión, Merian C. Cooper, habían combatido en la I Guerra Mundial, y que probablemente se habían inspirado para idear el monstruo en los carteles de propaganda impresos durante el conflicto. En particular, en un modelo en el que se representaba a Alemania como un enorme simio sediento de sangre que apresaba en su mano a una indefensa mujer, joven que encarnaba otra imagen alegórica, todavía más antigua, que se había fraguado en la Revolución Francesa más de 100 años antes: Marianne, efigie de la República y modelo de la Estatua de la Libertad regalada por Francia a Estados Unidos en 1886.

Durante los años de la guerra la composición del mono gigante y la doncella gozó de amplia difusión entre los países aliados (por desgracia no he podido localizar ningún ejemplo francés). El imaginario colectivo contó a partir de entonces con un nuevo icono para representar la lucha de la barbarie contra la libertad, una imagen de cuyo éxito y eficacia constituye una evidencia la viñeta anarquista con la que hemos abierto el artículo. Porque aunque España se mantuvo neutral durante la Gran Guerra, entre los grupos políticos progresistas del país existió una simpatía generalizada hacia los aliados, naciones democráticas cuya victoria consideraban preferible a la de las potencias centrales, militaristas y autoritarias. Y a través de esta corriente de opinión es como hubo de llegar la alegoría que nos ocupa hasta los anarquistas españoles, algunos de ellos también aliadófilos (probablemente más de los que se piensa, aunque sólo hayan trascendido los casos notorios), y en todo caso en contacto con los círculos republicanos. Si nos fijamos, el gorro frigio (otro eco de la Revolución Francesa) identifica inequívocamente a la chica presente como Marianne, y aunque el dibujante ha colocado rótulos para reinterpretar la escena en términos obreros (no podía por menos), constituye sólo una variante del motivo principal: la lucha entre las fuerzas reaccionarias y la libertad del pueblo.

Los autores de King Kong llevaron el cliché a imágenes en movimiento, ya sin connotaciones políticas, aunque conservando parte del simbolismo original: la leyenda de la bella y la bestia. No obstante del icono primitivo quedarán todavía pervivencias años después del rodaje, cuando la guerra vuelva a asolar Europa y la maquinaria de propaganda vuelva a ponerse en marcha para representar al bando enemigo con rasgos despreciables, que eliminen cualquier posible compasión y creen entre los buenos patriotas el deseo de aniquilarlo sin contemplaciones. Entre los antiguos aliados (y sus simpatizantes, en el caso de España) se representará al fascismo como un monstruo sanguinario, y en este repertorio teratológico reaparecerá una vez más el simio para representar un ser parecido a los hombres, pero que no es en el fondo sino una criatura salvaje, irracional y dañina (algo muy alejado de la percepción positiva que los primates superiores gozan hoy en día entre nosotros). Cierran el artículo algunos ejemplos espigados de esta última hornada: uno de la Guerra Civil Española (1936-1939), realizado por el artista Monleón para la FAI, y dos de la Guerra Mundial, el primero de 1941, procedente de la Unión Soviética, y el segundo de 1943, estadounidense, en el que el envilecido adversario es Japón.



Jesús Ruiz Pérez

Categoría: Historia

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante investigación. Tremendamente curioso el uso de símpolos.
Mi pregunta: ¿es o ha sido Hollywood parte de esa maquinaria de propaganda?

Anónimo dijo...

Atendiendo a la pregunta de ib, Hollywood, como tal, se rigió en principio por la libre empresa. No obstante los productores aceptaron las indicaciones del Gobierno para hacer cine patriótico, por razones de prestigio (y probablemente también de mercado) durante la I Guerra Mundial, atendiendo a las indicaciones del Comité de Información Pública http://www.propagandacritic.com/articles/ww1.cpi.html Entre ellas, una titulada The Kaiser: The Beast of Berlin. Y Hollywood aceptó en el periodo posterior formas de censura dirigidas a controlar los contenidos: primero el Código Hays, en vigor desde 1934 http://es.wikipedia.org/wiki/Código_Hays y luego, de 1947 a 1955, durante la "caza de brujas", la creación de "listas negras" que dejaron sin trabajo en los estudios a aquellos sospechosos de actividades comunistas. Durante la Segunda Guerra Mundial el Gobierno de Estados Unidos se aseguró el rodaje de "documentales" (de propaganda) por el procedimiento de contratar para rodarlos a directores de Hollywood, entre ellos Frank Capra y John Ford. Sobre este último aspecto, y el de la caza de brujas, recomiendo el artículo http://clio.rediris.es/n32/historiaycine/historiaycine.pdf

Anónimo dijo...

Muchas gracias Jesús. ¿Hasta que punto tiene importancia la propaganda en el gobierno de una sociedad? Está claro, no es trivial. En Banderas de nuestros padres, podemos comprobar lo importante que puede llegar a ser. Con la difusión adecuada, una simple imagen de unos soldados levantando una bandera en lo alto de una insignificante isla, es suficiente para concentrar la atención de todo un país en un objetivo común. En este caso algo tan mezquino como una guerra. Asnar, que ya apuntaba maneras antes de lo de Irak, se sabía bien la historia. Vean sino a nuestros soldados en Perejil. Lastima que la instantánea no pillará a la cabra de la Legión, pastando a sus anchas y con fundamento. Para más detalles de la operación Romeo-Sierra, que nos costó un millón de euros, ver la wikipedia.

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